La importancia de nuestros hábitos alimenticios en la salud vocal
Cuando me inicié en el estudio de la salud, adquirí la convicción de que era el camino para poder ayudar a la gente a mejorar y a rehabilitarse. Incluso pensé que podría ayudar a curar. Con el paso del tiempo me he podido dar cuenta de que ocuparnos de la enfermedad es el último eslabón de la cadena.
Dediqué media vida al estudio de la enfermedad y hace unos años, recapacitando sobre el tema, me di cuenta de que por mucho tiempo que se invierta nunca es suficiente.
Vivimos en un desafío constante para darle años a la vida, sin reparar en que lo que debemos hacer es darle vida a los años. Día tras día voy comprobando en las patologías que trato, la trascendencia que tiene la búsqueda del equilibrio en todos los procesos fisiológicos del ser humano.
En este artículo nos centraremos en la importancia de los hábitos en la patología vocal, que yo prefiero bautizar como “desequilibrio vocal”, en el que excluyo todas las neoplasias laríngeas y los desórdenes vocales de etiología neurológica.
Tras algunas décadas en las que seguí ortodoxamente los conceptos, técnicas y métodos que había aprendido con grandes maestros de la técnica vocal, con una satisfactoria respuesta en los pacientes, a finales de los 90 me inquietó la búsqueda de respuesta sobre por qué unas personas presentaban un gran “desequilibrio vocal” frente a otras que, haciendo un uso igual o mayor de la voz, no tenían ninguna alteración.
Siempre he procurado ser bastante holística en las valoraciones de los pacientes, recreándome en su equilibrio, control muscular, fisiología respiratoria y conducta alimenticia. A pesar de esto, y pienso que fruto de mi formación clínica, tuvieron que pasar bastantes años para que estuviera segura de que, sólo desde el reajuste de múltiples factores que van más encaminados al fomento de la salud que a la recuperación de la patología, la terapia es mucho más fructífera y, por encima de todo, duradera.
En otros artículos os contaré cómo entrelacé la fisiología respiratoria con el control muscular, que ha sido y es uno de los pilares fundamentales en los que se estructura el equilibrio vocal. Pero en esta ocasión quisiera hablaros de la respuesta (en otro momento os hubiera hablado de “los resultados”) que he tenido al equilibrar los hábitos en la alimentación.
“Somos lo que comemos”
Llevaba bastantes años dándole vueltas a las imperfecciones de un ser tan perfecto como el humano. Su creador debería haber pensado que en algún momento precisaría de un esfínter para producir sonidos que, interpretados, pudieran servirle de instrumento comunicador. Pero no lo hizo. Esto obligó al ser humano a utilizar el que estaba diseñado para la función respiratoria, impidiendo que los alimentos pasaran a los pulmones y así evitar ahogarse.
Fue muy elegante en la elección del esfínter (de haber elegido otro hubiera quedado poco estético), pero no reparó en lo sensible que podría ser éste al ser sometido a diferentes agresiones.
Siempre he estado convencida de que la alimentación juega un papel muy importante en la calidad vocal, punto de vista que vi muy reforzado con la tesis doctoral de la Dra. Marta Faubel, brillante médico O.R.L. y excelente persona. Faubel se encuentra en ese grupo de profesionales cuya visión holística del proceso salud/enfermedad va más allá de las Ciencias de la Salud.
¿Cuántas veces hemos oído que “somos lo que comemos”?. La conocida frase de Feuerbach, filósofo y antropólogo alemán, se ha convertido en un gran tópico, aunque no por ello está exento de verdad. El porcentaje de pacientes con desequilibrio vocal que he podido tratar a lo largo de mi vida profesional, ha arrojado un porcentaje muy elevado de agresión nocturna en los pliegues vocales por alteración del pH.
Parto de la convicción clínica de que si no sabemos la etiopatogenia de una alteración será muy difícil corregirla y, en el caso del reflujo gastroesofágico, que en muchas ocasiones se manifiesta de forma cobarde, siendo silente, puede ser el causante del inicio de muchas alteraciones vocales, de las que algunos científicos ya se atreven a afirmar que podrían ser la causa de mutaciones celulares que ocasionan daños difíciles de reparar.
Por todo ello me gustaría que este artículo sirviera para reafirmar la importancia que el equilibrio ácido-alcalino de la alimentación tiene para todo nuestro organismo en general y, en particular, respecto a la voz.
Actualmente es fácil autoevaluar nuestro pH. Podemos hacerlo por medio de nuestra saliva o de la orina. Cualquier fluido sirve, sin olvidar que la sangre recoge todas las células de nuestro cuerpo. Actualmente sólo los facultativos podemos hacer extracciones y, en el ámbito de una terapia vocal, no siempre los pacientes aceptarán de buen grado que se les realice una extracción de sangre. Es por ello que aquí vamos a aprender a autoevaluarnos.
Cómo autoevaluar nuestro pH
La escala del pH va del 1 al 14 y se considera en equilibrio cuando está en 7,5 (ligeramente alcalino). Cuanto más elevado sea el pH, más alcalinidad hay en nuestro cuerpo, y cuanto más bajo, más acido. Podemos medir nuestro pH con las tiras de papel tornasol (papel indicador pH). Es importante indicar que la medición ha de realizarse siempre a través del mismo fluido y en ayunas.
Entre las muchas sugerencias que podemos compartir con los pacientes se encuentra la de significarles que tanto los alimentos que comemos como la forma en la que lo hacemos pueden incidir en la producción ácida, así como el exceso de ejercicio, el insomnio y el estrés. Todo ello contribuye a provocar un exceso de ácidos que derivan en ineficacia celular y, en consecuencia, en una mala eliminación de toxinas.
El paso de los años no tiene por qué acarrear ciertas alteraciones o dolencias, como problemas de articulaciones o rigidez muscular, manifestaciones que hemos aceptado como normales en el proceso de envejecimiento y que hubiéramos podido atenuar con una correcta nutrición. Del mismo modo pasa con muchas patologías como la diabetes, el estreñimiento, las enfermedades cardiovasculares, la sequedad en la piel, los dolores articulares, la falta de concentración… y tantas otras que se podrían haber evitado. En este punto es importante volver a recordar que “somos lo que comemos”.
No obstante, el tema que nos ocupa es la voz y, más concretamente, las recomendaciones que sobre alimentación les voy a ofrecer a continuación.
Alimentar nuestra voz. Recomendaciones
La primera recomendación nos lleva a conocer la proporción de los alimentos, es decir, establecer una dieta con dos partes de alimentos alcalinos frente a una de alimentos ácidos.
En general, recibimos una escasa formación en materia de alimentación, cuestión que da lugar a falsas creencias como la de no tomar nunca limón aduciendo que es ácido, sin saber que el limón o el vinagre, en su proceso de elaboración digestiva, tienen un efecto alcalino. Así pues nos referiremos a los alimentes alcalinos o ácidos en función del tipo de residuos que dejan en nuestro cuerpo.
Anteriormente he citado la importancia de las costumbres y modelos que establecemos respecto a cómo comemos. El estrés de la vida diaria, la poca importancia que damos al proceso de comer, la importancia que le damos a ver la televisión, comer rápido, trabajo, etc., influyen de forma considerable en el proceso digestivo. Las recomendaciones son muy simples y todos las sabemos, pero conviene recordarlas:
- Cuando nos sentemos a la mesa hemos de sentir que estamos cómodos.
- Regalémonos media hora para cada comida.
- Distingamos los alimentos que vamos a comer utilizando los sentidos de la vista y el olfato.
- Cuidemos las proporciones de los alimentos que vamos a ingerir. Es aconsejable tomar cantidades pequeñas.
- Recién introducidos los alimentos en la boca, hemos de masticar bien (utilizar indistintamente ambos lados de nuestras arcadas dentarias). Se recomienda para alimentos sólidos un promedio de treinta masticaciones.
- El estómago ha de trabajar a su ritmo. En ese sentido, introduciremos pausas entre bocado y bocado.
- Al finalizar la comida es importante permanecer sentado y relajado durante unos minutos, retomando la antigua costumbre de la sobremesa.
- Debemos notar sensación de haber saciado el hambre sin sentirnos hinchados. Es interesante que nos quede cierta sensación de apetito. Ésta desaparecerá a los pocos minutos.
Alimentos ácidos y alcalinos
En las siguientes líneas repasaremos los grupos de alimentos ácidos y alcalinos. Una vez conocidos, y en función de nuestros gustos, podremos establecer las cantidades correctas y adecuadas de cada uno.
Empezaremos por reseñar los alimentos que generan residuos muy ácidos, alimentos que no debemos eliminar pero si quizás reducir su consumo. Entre ellos se encuentran los siguientes:
- Alimentos que contienen harinas: pan blanco, bollería, pasteles. En general, todas las sustancias que se elaboran con harinas contienen levaduras que en su elaboración digestiva dejan residuos ácidos.
- Alimentos enlatados.
- Azúcares.
- Zumos artificiales que contienen aditivos y conservantes.
- Proteínas animales como el cerdo, el cordero, la ternera, los riñones, el hígado… Nuestro cuerpo al digerir estos alimentos que contienen azufre produce ácido sulfúrico.
- Aceites y grasas refinadas como el aceite de soja, de maíz o la margarina.
- Excitantes como el alcohol y el café. El café es uno de los alimentos más ácidos, especialmente si es mezcla.
Otros alimentos que generan residuos ácidos pero de menor intensidad los encontramos en:
- Productos lácteos: yogures, cuajadas, quesos frescos…
- Proteínas vegetales como las lentejas, las alubias, las habas o los guisantes.
- Frutos secos como el cacahuete y los pistachos.
Por el contrario, podemos encontrar alimentos, como los que apuntamos a continuación, que generan y ofrecen un medio alcalino:
- Frutos secos, sobre todo, la almendra y la nuez.
- Frutas maduras con escaso azúcar como la sandía, el mango, la papaya, el plátano, la fresa… Procuraremos tomarlas preferentemente por la mañana y hasta el mediodía, dejando la pera y la manzana para la noche y, si es posible, asegurándonos de que han sido maduradas de forma natural.
- Los cereales como la quínoa son muy ricos en vitaminas, sobretodo la B, C y E, y también en minerales como el magnesio, fósforo, calcio y potasio. El centeno contiene hierro, fibra y minerales antioxidantes.
- Los aceites “vírgenes”, como el de oliva, linaza y semillas, contienen vitaminas, ácido oleico y carotenos.
- Las verduras como el pepino, la remolacha, el boniato, las espinacas, las coles o el repollo contienen una alta tasa de vitaminas (A, B, K y C), hierro, calcio y poderosos antioxidantes. Tendremos en cuenta consumir las verduras cerradas (alcachofas, coles…) durante el día, intentando evitarlas en la cena ya que favorecen la flatulencia.
Sin duda, unos días de dieta alcalina nos vendrían muy bien a todos para compensar las proporciones de nuestro pH.
No quisiera finalizar sin compartir la reflexión de que todos los extremos son malos y que tomarse un buen chuletón de vez en cuando es muy placentero. Sin embargo, debemos ser conscientes de la importancia de aprender a comer correctamente, con el fin de evitar las consecuencias que nos esperan tras los excesos.
«Una comida bien equilibrada es como una especie de poema al desarrollo de la vida»
(Anthony Burgess)
Artículo de Mª Teresa Estellés, directora de Centros Ortofón
Muy interesante