La tartamudez o disfemia es un trastorno del ritmo del habla que se caracteriza por disfluencias (falta de fluidez verbal) que consisten en repeticiones y prolongaciones verbales y dificultad para iniciar la oración.

Todo ello se produce a pesar de que la persona sabe lo que quiere expresar. Al resultar imposible de eludir esta circunstancia, el afectado reacciona con conductas de esfuerzo y tensión para hablar y con comportamientos de evitación. Esto tiene importantes repercusiones negativas a nivel escolar, social y laboral.

Falta de fluidez normal y atípica.

Es muy importante saber diferenciar la falta de fluidez normal o típica de la anormal o atípica.

Es normal que los niños entre 2 y 4 años no dispongan de una fluidez total y cometan errores al hablar. También son habituales los titubeos o las repeticiones de palabras. Son síntomas que suelen desaparecer de forma espontánea.

Sin embargo, otras faltas de fluidez, aunque parecidas, pueden ser preocupantes e indicar tartamudeo. Suelen manifestarse a través de las repeticiones de sonidos, de sílabas, alargando un sonido durante algunos segundos, con bloqueos o interrupciones, realizando silencios tensos entre palabras, con cambios bruscos en el volumen y el tono…

Es importante saber que estos errores o disfluencias pueden ser señales de alarma que nos advierten de que algo está fallando en la forma de hablar del pequeño. Una intervención temprana nos ayudará a evitar que el problema se consolide.

Tipos de tartamudez.

La tartamudez adquirida se inicia a partir de una lesión cerebral en aquellas personas que anteriormente tenían condiciones normales de habla fluida.

La denominada tartamudez o disfemia psicógena suele aparecer tras un episodio estresante, y la evolutiva se inicia en la infancia, coincidiendo con la aparición del lenguaje conectado, al formar las primeras frases. Esta última no tiene desencadenantes aparentes y cuando el trastorno persiste más de dos años puede complicarse llegando a perturbar el rendimiento académico y social del niño/a.

La gran mayoría de personas que tartamudean no tienen un perfil psicológico determinado y similar, pero la observación clínica evidencia condiciones especiales de ansiedad y perfeccionismo.

Actualmente, se investiga el aspecto genético de la tartamudez, así como las condiciones de desarrollo emocional y lingüístico. La incidencia de la tartamudez es mayor en niños con retraso de lenguaje.

Día Mundial de la Tartamudez

Cada 22 de octubre se conmemora el Día Internacional de la Concienciación sobre la Tartamudez (International Stuttering Awareness Day, ISAD), una fecha establecida para aumentar la comprensión pública sobre este trastorno de la fluidez del habla que afecta aproximadamente al 1% de la población mundial adulta y hasta a un 5% de los niños.

El propósito central de esta jornada es visibilizar la realidad de las personas que tartamudean, desafiar los estigmas y la desinformación que a menudo rodean a esta condición, y promover un entorno social más empático e inclusivo.

Esta iniciativa global busca educar sobre la naturaleza compleja de la tartamudez, desmitificando creencias erróneas que la asocian con la ansiedad, el nerviosismo o una menor capacidad intelectual.

Se enfatiza que es una condición neurológica multifactorial y se resalta la importancia de escuchar con paciencia y respeto, permitiendo que la persona termine sus frases sin interrupciones ni burlas. Además, se aprovecha la ocasión para informar sobre los enfoques terapéuticos disponibles, como la intervención logopédica, que ofrecen estrategias para manejar la tartamudez y mejorar la comunicación y la confianza.

Instaurado en 1998 por organizaciones internacionales como la International Stuttering Association (ISA) y la International Fluency Association (IFA), el Día Mundial de la Tartamudez se ha convertido en un evento crucial para dar voz a las personas que tartamudean y a sus familias.

La jornada sirve como plataforma para compartir experiencias, abogar por la igualdad de oportunidades en el ámbito educativo y laboral, y recordar a la sociedad que la fluidez no define el valor de una persona ni su capacidad para comunicarse eficazmente.

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