Implicaciones familiares cuando un hijo llega con algún tipo de problema o discapacidad
El nacimiento de un hijo representa un cambio radical en la organización de la familia, esto requiere de un espacio físico y emocional. Todos estos cambios provocan en la familia alteraciones en sus interacciones. Pero qué sucede cuando los padres saben que su hijo tiene algún tipo de dificultad.
Esto supone un reto importante para la familia que genera a menudo emociones muy fuertes, tienen que buscar información, servicios, ayuda y apoyo. El acontecimiento suele ser impactante y repercutirá, probablemente, a lo largo de todo el ciclo vital. Al principio los padres pueden sentirse solos y aislados, desorientados sin saber por dónde empezar a buscar. La existencia de un daño físico, psicológico o emocional en el niño/a normalmente propicia que el comportamiento de los padres hacia este tipo de niños difiera del comportamiento que tendrían si el niño no tuviera ninguna dificultad.
Todos los padres tienen determinadas expectativas respecto a su hijos/as, por ello enterarse de que se tiene un hijo/a con algún tipo de problema o discapacidad rompe con dichas expectativas y puede suponer una decepción para algún miembro de la familia que puede llegar incluso a generar una imagen distorsionada del pequeño/a y sus capacidades, en contraposición a la imagen ideal que se había formado antes del momento del nacimiento.
La forma de responder y reaccionar de los padres ante este hecho depende de varios factores: la manera en que fueron criados los padres, la habilidad y experiencia para enfrentarse a este tipo de problemas, el grado de dificultad o de discapacidad, el lugar que ocupa el niño en la familia, la calidad y naturaleza de los sistemas de apoyo que tuvieron los padres al enterarse de la situación, la forma en que se comunicó la noticia, y la estabilidad de las relaciones familiares.
En general, la primera reacción de los progenitores es resistirse a reconocer la realidad, distorsionando los hechos para hacerlos más aceptables. No obstante la situación varía de una familia a otra, sin embargo casi todos los procesos de adaptación pasan por las mismas fases: desarrollan la capacidad para enfrentarse a la verdad, aceptan el problema concreto del niño, hacen esfuerzos positivos para ayudarle, y centran su atención en buscar soluciones terapéuticas que permitan favorecer un buen desarrollo del pequeño/a.
Sin embargo, las consecuencias de tener un niño/a con algún tipo de problema o discapacidad no son solo a nivel emocional para la familia, puesto que también suele generar problemas en las rutinas diarias, como pueden ser problemas para llevar a cabo determinadas actividades que realizaban hasta ese momento, afectar a las relaciones sociales de la familia, problemas de pareja, etc. Sin olvidarnos de la repercusión económica ineludible que suelen conllevar estas situaciones.
Pero los padres no son los únicos afectados, el tener un hermano/a con algún tipo de dificultad o discapacidad no solo es un shock a nivel emocional, puesto que los hermanos también sufren mucho por este hecho. Las últimas investigaciones respecto a ese tema, parecen indicar que los hermanos mayores de la persona con discapacidad son más adaptables socialmente que los más pequeños y presentan menores problemas; aunque es verdad que a medida que los hermanos crecen las dificultades o los problemas pueden aumentar. Los problemas más habituales son los celos por una menor atención y dedicación de los padres, tener que asumir otros roles no propios de un hermano/a, como es desempeñar el papel de cuidadores, defender al hermano/a de burlas o agresiones, etc.
Los resultados actuales indican que aunque el proceso es muy largo y doloroso, si las familias disponen de recursos, pueden adaptarse realizando esfuerzo y con persistencia. Para lograr que este proceso sea lo más llevadero posible es muy importante el apoyo psicológico a todos los miembros de la familia y una atención temprana para intervenir precozmente en los problemas que presenta el niño/a con discapacidad y su familia.
Autora: Yaiza Antelo Carracedo
Psicóloga Infantil, Especializada en Atención Temprana
y colaboradora de Ortofón