Nuestra aula inteligente pretende conjugar la actual “era de la información y la tecnología” con la que ya muchos expertos como Tony Buzan califican ya como la “era de la inteligencia”.
En ella, los últimos estudios viran hacia el reconocimiento de la actividad del hemisferio derecho de nuestro cerebro, el que abarca funciones tales como creatividad, imaginación, intuición o emoción.
Desde hace décadas se debate sobre las ventajas y desventajas de la información y la tecnología en relación al aprendizaje de las nuevas generaciones. Desde la experiencia que nos ofrece nuestro trabajo profesional, nuestra perspectiva es la de conjugar las ventajas que la información a través de la tecnología está ofreciendo, con el desarrollo del capital intelectual del niño y el adolescente, observando la inteligencia desde un espectro más amplio.
Son muchos los investigadores que opinan que, cuando el individuo, se acostumbra a ir de “flor en flor” en la búsqueda de la información, su capacidad de concentración deja de estimularse y practicarse, por lo que muchas veces, quedan “vacunados” contra la atención, reflexión, opinión propia, controversia y confrontación.
Lejos de moralizar ni hacer política por medio de este articulo, sí me gustaría plasmar la preocupación e inquietud de los colectivos que de una u otra forma estamos vinculados y comprometidos con el desarrollo intelectual del niño y el adolescente, por la incidencia y proyección que la presente crisis está teniendo en la educación de nuestros niños y adolescentes, ofreciéndonos, libertad de expresión al tiempo que se nos quita o reduce la libertad de pensamiento, por la gran confusión que se nos forma en relación a la información que recibimos.
Es necesaria la anticipación, la invención del mañana, liderada por las comunidades académicas, científicas, intelectuales y artísticas, que no solo debe iluminar los caminos del presente sino, sobre todo avizorar los del porvenir.
Con frecuencia al adulto se nos confunde. Comentaba Mario Vargas Llosa, en un reciente artículo de prensa que el académico de la Universidad de Harvard Nicholas Carr, llegó a convertirse en un experto profesional de las nuevas tecnologías, llegando a publicar sobre ellas en prestigiosas revistas de EE UU e Inglaterra: “un buen día descubrió que había dejado de ser un buen lector, y casi, un lector. Su concentración se disipaba después de una o dos páginas de un libro, y sobre todo si aquello que leía era complejo y exigía mucha atención y reflexión”. Se detuvo a recapacitar sobre el fenómeno mental en el que estaba inmerso y decidió alejarse por espacio de un tiempo (dos años) a un lugar donde no tuviera acceso a las nuevas tecnologías (teléfono móvil, Internet, redes sociales….). Cuenta su renovación como algo revelador y muy positivo.
Hace más de cuarenta años, cuando salieron las primeras calculadoras, veíamos como se iba abandonando el esfuerzo por multiplicar, confirmando muy rápidamente la utilidad de esta memorización.
En los últimos treinta años, podemos observar, como la tecnología a través de internet se está convirtiendo en una prolongación de nuestra memoria, pero ¿es esto bueno o malo? Y… ¿a qué plazo?…
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Mª Teresa Estellés Puchol
mteresa@ortofon.es
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