Cuando un niño no puede estar quieto ni un segundo o se despista con mucha frecuencia, solemos decir de él que es muy nervioso y activo.
Probablemente algunos de estos síntomas nos resultarán familiares. Quizás nuestros hijos se comportan de una manera parecida. Es probable que el niño no se concentre, se mueva en exceso, no preste atención, se distraiga fácilmente por estímulos irrelevantes, interrumpa a los demás o suela dar respuestas precipitadas antes de que hayamos podido terminar nuestra pregunta.
No es recomendable pasar por alto estos comportamientos, identificándolos como “cosas de su edad”, ya que podemos estar frente a un caso de TDAH, Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.
En España se calcula que uno de cada veinte niños/as padece TDAH, viéndose afectados en su desarrollo social y educativo. De hecho, esta circunstancia está detrás del 25% de los casos de fracaso escolar en nuestro país.
¿Qué papel jugamos los padres?
El modo de vida actual (prisas, crisis, poca conciliación de la vida familiar y laboral) ha llevado a los padres a dejar de ser agentes activos de los procesos educativos de sus hijos.
Esto nos conduce a delegar siempre en los equipos docentes: profesores, tutores… Nuestra participación como progenitores/educadores queda limitada a algunas reuniones escolares y, en ocasiones, ni tan siquiera asistimos a estas convocatorias.
A su vez, las demandas académicas a las que exponemos a nuestros hijos son cada vez mayores. Esto provoca la aparición de problemas.
Según Evelio Garijo Saiz, Neuropsicólogo de Ortofón, el desarrollo de un niño es jerárquico, es decir, lo que debemos aprender hoy depende de lo que debimos aprender ayer. Un vacío en estos procesos, en el momento de su aparición, es relativamente sencillo de «compensar-arreglar», pero más adelante puede generar otras consecuencias que debemos evitar.
Nada se arregla solo
Cuando aparecen problemas, el poco tiempo de que disponemos para invertir en la dedicación a los más pequeños nos lleva a mirar hacia otro lado y esperar a que los niños mejoren con el tiempo. Esta inacción nos hace aplazar la intervención y olvidamos que «nada se arregla solo«.
Para Garijo Saiz, esta circunstancia se maximiza con la vuelta al cole. Los síntomas que esperábamos que desaparecieran espontáneamente durante el verano continúan presentes y se han agravado.
Es durante los meses de septiembre y octubre cuando surgen las prisas y el sentimiento de culpa ante la sensación de haber perdido el tiempo. Nuestro hijo se enfrenta a un nuevo curso con mayores alteraciones en la capacidad de atención, con más dificultades a la hora de controlar sus impulsos y con algunos problemas de conducta, especialmente en la interacción con los demás.
Con un tratamiento adecuado, los niños que tienen TDAH mejoran su rendimiento académico, aprenden a controlar su impulsividad y experimentan una mejoría evidente en su conducta y en sus relaciones con los demás.
Es por ello que ser agentes activos en el proceso educativo nos lleva a conocer a nuestros hijos, sus miserias y sus grandezas. Y así ayudarles a compensar lo malo y potenciar lo bueno.
¿Tratamiento farmacológico, terapia psicológica, Neurofeedback…?
En la actualidad, la medicación se considera como la modalidad de tratamiento predominante, siendo ésta combinada con otras terapias: psicológica, Neurofeedback…
Por su parte, las guías NICE (Instituto Nacional para la Excelencia del Cuidado y la Salud –Reino Unido-) recomiendan en primera opción la implementación de intervenciones psicológicas. Así lo afirma un estudio titulado “Medicalización de la infancia en el campo del TDAH”, realizado en el Reino Unido.
A modo de resumen, cabe destacar que el estudio reitera el papel clave que juegan los psicólogos educativos en la calidad y la eficacia de la evaluación y el tratamiento, subrayando su capacidad para ofrecer pautas, tanto a padres como a profesores, a la hora de manejar la conducta de los niños y asesorar en la implementación de intervenciones basadas en la evidencia. En opinión de los autores, los servicios de Psicología Educativa deberían valorar cómo utilizar las habilidades de sus psicólogos educativos para contribuir de forma más eficaz a la prevención, evaluación y diagnóstico del TDAH.
El estudio pone de relieve también la importancia de llevar a cabo una intervención temprana cuando hay sospecha de TDAH.
El profesor Raúl Espert, Neuropsicólogo Clínico y Profesor Titular del Departamento de Psicobiología de la Universidad de Valencia, nos ofrecía su visión sobre este tema en el marco del IX Congreso Nacional de la Asociación de Logopedas de España:
Efectividad del tratamiento farmacológico
- Tratamiento sintomático: Si se detiene el tratamiento, los síntomas reaparecen.
- Efectos secundarios: A mayor potencia y duración del fármaco, mayores efectos secundarios.
- Controversia: Algunas consecuencias del trastorno no mejoran significativamente con los fármacos (relaciones sociales, rendimiento académico…)
Conclusión
- Se ha de combinar con otras terapias (psicológica, Neurofeedback…)
- Han de abordarse varios frentes (relacional, social, familiar, escolar…)
- Es importante evitar la sobrediagnosticación.