Cerca de 34.000 divorcios tuvieron lugar en España el año pasado entre mayores de cincuenta años, un sector de población en el que las rupturas, según ha publicado recientemente el Instituto Nacional de Estadística (INE), no han dejado de crecer.
Las separaciones de personas adultas cuyos hijos ya se han independizado se deben, en buena parte, al hecho de no tener que mantener la estructura familiar, lo que les da vía libre para tomar la decisión de la ruptura si su relación no era buena. Mientras para muchos es una liberación, para otros tantos puede llegar a convertirse en un motivo de frustración que provoca emociones negativas, como la sensación de sentirse perdido y de no saber qué hacer desde ese momento con su vida. En estos casos es importante ponerse en manos de un psicólogo especializado.
Como recomendaciones básicas, conviene desterrar el sentimiento de rencor hacia el otro, ya que mantenerlo sólo genera infelicidad e impide superar la situación. Es importante tener en cuenta que una ruptura nunca es un fracaso personal.
La vida sigue. Se ha de mirar al futuro e intentar ser activos. Involucrarse en nuevos e ilusionantes proyectos y planes es una forma muy positiva de seguir adelante.