Existe un estrés positivo y otro negativo
La palabra estrés proviene del término inglés “stress” que significa tensión o presión. Este concepto fue acuñado en 1950 por el fisiólogo y médico austrohúngaro Hans Selye, tras publicar su investigación “Estrés: un estudio sobre la ansiedad”.
Cuando decimos que una persona está estresada, solemos darle una consideración negativa a esta circunstancia. Sin embargo, también existe el llamado estrés positivo.
El estrés, contrariamente a lo que se cree, es una defensa natural del organismo contra situaciones límite que se nos presentan cotidianamente. Ante una emergencia, amenaza o situación novedosa el estrés positivo se activa como un mecanismo de defensa automático que nos ayuda a afrontar circunstancias, superar riesgos y alcanzar metas. Percibimos los problemas claramente, los interpretamos con mayor rapidez y tomamos decisiones inmediatas.
El problema llega cuando se produce una sobrecarga de esta fatiga o tensión y termina derivando en graves problemas de salud.
Concepción Blasco Ros, doctora en Psicología de Ortofón, explica que existen personas que son especialmente vulnerables a este estrés negativo.
¿Por qué unas personas desarrollan patología y otras no pese a sufrir las mismas circunstancias ambientales, acontecimientos traumáticos, episodios violentos…? ¿Qué nos hace vulnerables o resistentes al estrés negativo?
Según la doctora Blasco, pueden influir los aspectos genéticos pero, atendiendo a la teoría del psicólogo norteamericano Urie Bronfrenbrenner, son especialmente decisivos los factores ambientales: el entorno en el que nos movemos y se desarrolla nuestra vida. La educación recibida, la presencia o ausencia de apoyo social o el ambiente cultural que nos rodea son básicos en este sentido.