Cuidar nuestro cuerpo, querer ofrecer una buena imagen física o mirarnos a menudo en el espejo es algo natural. Sin embargo, muchas personas llegan a obsesionarse con su apariencia, especialmente durante los años de adolescencia, pudiendo sentir incluso rechazo por algunos aspectos de su cuerpo.
Cuando esta preocupación les atormenta, se muestran constantemente inquietos o enfadados y el espejo les devuelve una imagen deformada y alejada de la realidad, estamos ante lo que conocemos como Trastorno Dismórfico Corporal (TDC).
Los afectados se perciben a sí mismos como feos o desfigurados. A menudo sienten vergüenza, depresión y ansiedad. Incluso muchos intentan solucionar su problema a través de repetidas cirugías plásticas.
El Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) afecta aproximadamente a un 2 por ciento de la población y es especialmente común en personas con un trastorno obsesivo compulsivo. El 30 por ciento de los afectados sufre trastornos alimentarios, como anorexia o bulimia.
Aunque el TDC puede darse tanto en hombres como en mujeres, a menudo los primeros sufren una versión particular de este mal conocida como Dismorfofobia Muscular, es decir, se ven siempre débiles o en baja forma y recurren a un entrenamiento físico desproporcionado y al uso de sustancias anabolizantes o esteroides.
Ahora, cuando nos encontramos de lleno en la denominada “operación bikini”, es posible que muchas personas comiencen a preocuparse en exceso por su aspecto. Pero, en realidad, ¿Qué es la belleza? ¿Alguien conoce un concepto más relativo e interpretable?
Nosotros suscribimos la frase de Agnes Martin, pintora minimalista norteamericana: “La belleza es el misterio de la vida. No está en los ojos sino en la mente.”